Experiencias
¿Vender?
En marzo del año 2006 nos visitó el Sr. OC, un hombre mayor, propietario de un local en un edificio ubicado en la zona de “Palermo Nuevo”. Su modesto local de librería y fotocopiadora se hallaba al frente de un edificio de una planta tipo “chorizo”, construido a principios del 1900 en un lote regular de aproximadamente 700m2, ubicado a mitad de cuadra. El edificio fue inicialmente un inquilinato y en 1960 fue dividido en propiedad horizontal, con tres locales al frente, y una entrada común a nueve unidades de vivienda, todas ellas modestas y en regular a pobre estado de conservación. Cada unidad pertenecía a un propietario distinto. Nos relató el Sr. OC que una inmobiliaria de la zona se había presentado ante varios copropietarios y les había ofrecido USD $ 1.500.000.- por la compra de todo el edificio, para –según le dijeron- tirarlo abajo y construir otro más moderno; la mayoría de los propietarios, gente de trabajo y humilde, estaban encantados con la idea de hacerse de más de USD$ 150.000.- cada uno por sus humildes casitas, y uno de ellos le dijo a OC que iban a resolver por asamblea de copropietarios que el edificio estaba vetusto, lo que extinguiría el estado de “propiedad horizontal, y así todos iban a tener que vender en bloque, al pasar a ser meros condóminos, lo cuál era parcialmente cierto. OC me manifestó que él no quería que lo obliguen a vender, ya que el negocio, que él atendía personalmente, es su única fuente de ingresos. Inmediatamente intuí que la generosidad de la inmobiliaria no era tal y que se estaban aprovechando de la ingenuidad de estas personas. Si bien USD$ 1.500.000.- lucía como una suma sustancial para un inquilinato de 700 m2, lo que OC y sus copropietarios no estaban advirtiendo era que en esa zona, una vez demolido el edificio, se podría construir una torre de no menos de 4.000.- m2, y que la incidencia del m2 de terreno a construir era -entonces- de USD$ 1.200.-, o sea que el valor potencial de ese terreno USD$ 4.800.000.- y no USD$ 1.500.000.- Se le planteaba a OC el dilema de informar de esto a sus copropietarios o de negociar él con la inmobiliaria y quedarse con la enorme diferencia. OC, un hombre de bien, consideró que debía informar a sus vecinos y participar todos en forma alícuota del mayor valor, solicitándome su asistencia en esa negociación, que concluyó exitosamente, casi triplicando el precio inicial ofrecido.
Aquí destaco, también, la actitud del abogado de conocer el negocio de su cliente y no sólo los aspectos legales. Podría haber defendido con varios recursos legales a OC para que no fuera obligado a vender, pero preferí mirar “el negocio” subyacente y mostrarle al cliente que existían opciones “de mercado” que le permitieron vivir sus últimos años con la renta del capital obtenido.